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CENSURADO
 
¿Quién censura y por qué? ¿debe el arte tener límites? 
¿el arte censurado produce beneficios?

 

 

Don Alejandro de Villota Ruiz (Miami, FL, USA, 1984): Emprendedor cultural: curador independiente, investigador multidisciplinar y artista. Colabora desde 2015 con el departamento de Arte Latinoamericano y el Centro Internacional de Arte de las Américas del Museo de Bellas Artes de Houston, USA.

Ser libres para tener un imaginario más libre y más completo. Este podría ser el lema de Alejandro. Sabe de lo que habla. Su exposición Palimpsestus sufrió la censura en lugares como Méjico y Estados Unidos por su discurso empapado en violencia. Le obligaron a cambiar los carteles y además sufrió un recorte presupuestario importante a un mes de la exposición. Esta censura fue apabullante y desoladora. El discurso de la exposición y las imágenes gritaban dolor. Al mismo tiempo alguien los quiso amordazar para hacerlos callar. La censura afectó a los artistas y al curador pero no impidió que la exposición se llevase a cabo.

Estas son las consecuencias aparentes de un caso de censura, pero ¿afecta siempre del mismo modo? Al hilo de los hechos acontecidos en ARCO, el curador tuvo la ocasión de preguntarle a Sierra sobre cómo afectaba la censura a su obra y si se sentía beneficiado. El artista aseguró que tenía suficiente visibilidad y que de este hecho no sacaba provecho. La realidad es que todo el foco mediático se ha concentró en el escándalo político y, a través del vocerío, le regaló una visibilidad increíble.

Este control férreo sobre la imaginería, llevado a cabo por un poder del estado muy estricto no aleja de la democracia y de la libertad.

​Doctora María Jesús Rosado, Licenciada en Sociología y Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Funcionaria del Cuerpo de Técnicos Superiores de la Administración General de la Comunidad de Madrid. Co-Directora de la Revista electrónica Prisma Social de Ciencias Sociales. Profesora de los cursos de formación de la Fundación iS+D. 

La contradicción alcanza el clímax cuando afirmamos que la libertad de expresión del artista se debe defender por encima de cualquier cosa si se ajusta a unos límites jurídicos.

No podrán ser usadas como prácticas artísticas aquellas acciones penadas por la justicia. Por ejemplo el maltrato animal o el enaltecimiento del terrorismo. ¿Podríamos permitirnos hacer algo ilegal con un fin artístico? La respuesta se encuentra en la individualidad artista. El delito se comete con la exposición pública y no con el pensamiento.

Las ideas no delinquen. En nuestra mente estamos a salvo.

Don Juan Perdiguero, artista y docente. Catedrático de dibujo en la Facultad de Artes Visuales de la State University of New York. 

La censura, concebida como un acto de protección, está presente en las aulas también. Los profesores se autocensuran para no herir a las sensibilidades de sus alumnos. El miedo a la ofensa es lo que nos pone barreras. Juan, en sus clases, aun conociendo esos límites encuentra huecos para la denuncia política, por ejemplo.

La estructura capitalista también nos impone unas normas. El artista que tiene que comer se autocensura si sabe que su propuesta no va a encajar en el mercado del arte.

Las barreras se las pone uno mismo o se las imponen colectivos y asociaciones. Estamos viviendo unos tiempos de hipersensibilización. El mundo, que cada vez parece más libre, se está encadenando. Se está acotando tenazmente.

“La censura es como un gas venenoso. Puede atacarte cuando cambien los vientos.”

Don José Luis Serzo, artista multidisciplinar español conocido por sus grandes exposiciones-relato. Presidente de AVAM (Artistas Visuales Asociados de Madrid).

El artista debe crear sobrevolando la realidad inmediata. El arte debe ser atemporal. Lo terrenal encadenado en un tiempo preciso se queda en el olvido como una anécdota y no como un hecho artístico. Las grandes obras de arte nos siguen interesando hoy en día por ser eternas. El arte debe unirnos y no distanciarnos. Ser poesía y creatividad.

Santiago Sierra ha mordido la manzana envenenada. Está dentro del juego. De la política infantil. Participa en la competición de a ver quién llama más la atención y quién es el mejor guerrero contra el poder estatal. En esta carrera, Sierra ha ganado. Ha conseguido que todos los políticos le apunten con el dedo y que todos los ciudadanos le conozcan. José Luis Serzo defiende fervientemente que el arte no tiene nada que ver con eso. Que el arte literal no debería llamarse arte. Menos hiperrealismo y más imaginación.

Doña Isabel Quintana Jiménez. Consejera Técnica de la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes. (Dirección general de Bellas Artes y Patrimonio Cultural del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).

El arte no es diferente al resto de fenómenos sociales. Por una parte descubrimos, por otra creamos. Construimos e inventamos en función de nuestros valores, nuestras creencias y nuestras costumbres. Nos resulta imposible apartar nuestra imaginación de nuestra experiencia.

Nos preguntamos si el acto de crear, como característica inherente en el ser humano, debe tener límites. La respuesta espontánea y emocional es un rotundo NO. Sin embargo, qué pasa con el resto de invenciones, por ejemplo las armas. Quizás el simbolismo de la creación es el que establezca los límites.

El poder político fue quien censuró a Santiago Sierra. Les molestó la obra. Sin embargo, no estar de acuerdo con la creación no significa estar de acuerdo con su censura.

“No estoy de acuerdo con lo que dice, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo” Voltaire.

 

Doña Blanca Tejerina, Estudiante de primer curso de Bellas Artes en la Universidad Rey Juan Carlos Campus de Fuenlabrada 

Los organismos que denuncian son asociaciones y colectivos, mayoritariamente. El primer problema es una autodefensa fortísima que nos autocensura. Empezamos con lo más concreto, nosotros mismos, cohibiéndonos a dar nuestra opinión en las redes sociales. Y acabamos con lo más general, colectivos y asociaciones que toman la justicia de forma paternalista. Todas las censuras tienen un mismo fin: impedir que las ideas se hagan públicas con una supuesta intención protectora. 

Se presupone que las personas que consumen arte tienen un cierto bagaje cultural para determinar lo que es válido o no. El filtro deberíamos ejercerlo nosotros como personas racionales. Censurar es cerrar los ojos y taparse los oídos. Además, el arte es ficción. Muchas de las actividades penadas en aparecen en el cine y pasan desapercibidas, sin pena ni gloria.

La censura sólo beneficia al inculpador y, en ocasiones, al creador por motivos de difusión, como es el caso de Santiago Sierra o Nacho Carretero, autor del libro Fariñas. Nunca al grupo que consume el arte.

Fotografías de Jorge Díaz Perona

Textos de Macarena Merchán Romero  

 

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